El mejor regalo del año
El 23 de diciembre de 1807 nació san Antonio María Claret. 200 años ya es un tiempito para reflexionar y celebrar. Y a eso se ha dedicado mi Congregación en este período, desde octubre de 2007 (Vic, España) hasta agosto de 2008 (Dar es Salaam, Tanzania). Hemos tenido la ocasión de dedicarle a nuestro Fundador una mirada agradecida. Por lo que fue, por lo que hizo, por la Congregación.
El caso es que Rusia queda (un poco) lejos de Vic y de Tanzania. Así que no pudimos ir ni a la inauguración del Bicentenario, ni a la clausura. La Misión es lo que tiene. Gracias a internet pudimos estar al tanto de todo, pero, me reconocerán los lectores, no es lo mismo ver una foto de Tanzania que estar en Tanzania. No me quejo, simplemente expongo hechos. No vaya a ser que el M.R.P. Provincial se piense que me quiero ir a África. Yo estoy muy bien en Rusia.
Decía que, debido a la distancia, no hemos podido tomar parte en los actos que se han celebrado por todo el mundo claretiano. Pero eso no significa que el año haya pasado en balde. Al final de este Bicentenario, me queda el mejor regalo que me han podido hacer: La nueva edición de la Autobiografía de san Antonio María Claret: San Antonio María Claret. Autobiografía y escritos complementarios. Edición del bicentenario preparada por José Mª Viñas y Jesús Bermejo. Editorial Claretiana, Buenos Aires 2008. En total, son 1029 páginitas de nada, con sus índices, sus comentarios, todo revisado y actualizado.
¿Estoy haciendo propaganda del libro? No. (Aunque si alguno quiere comprarlo, por favor, estamos en un mundo libre…) Simplemente quiero decir que el hecho de haber recibido el libro supuso una gran sorpresa. Desde Argentina enviaron un ejemplar a todas las Comunidades, lo que es de agradecer. Y además la Provincia de Santiago decidió que cada miembro debía tener su ejemplar. Y cuando vinieron el Secretario Provincial y el Prefecto Provincial de Apostolado a vernos, además de mucho calor, apoyo y ánimo, y agudas reflexiones (el p. Pedro Belderrain nos dirigió los Ejercicios Espirituales) en la maleta se trajeron los libros para nuestra comunidad. Por inesperado, el regalo supo doblemente bueno. Pero es ahora, pasado algún tiempo, cuando he tenido la ocasión de re-leer no toda, pero sí parte de la Autobiografía, cuando agradezco de verdad el regalo.
Es verdad, sí, tenía en la estantería la Autobiografía que estudié en el Noviciado (por cierto, con una dedicatoria que incluye un dibujo del p. José Mª Viñas, C.M.F., para que sea un buen claretiano), pero el paso del tiempo y las múltiples ocupaciones no me “animaban” a leer ese librito que tanto bien me hace. Desde principio de curso, con el nuevo libro en la mesilla, voy leyendo poco a poco. Me está sirviendo para recordar los tiempos del Noviciado en Loja (Granada, España, ¡qué tiempos aquellos, qué jóvenes éramos y cuántas ilusiones teníamos!) Es muy útil, de vez en cuando, mirar atrás y preguntarse: ¿cómo empezó todo?, ¿cómo descubrí mi vocación?, ¿por qué quise ser claretiano? Así que sólo por eso, ya merece la pena releer la Autobiografía. No es que esté en crisis, o haya perdido las ilusiones, pero el paso del tiempo va mellando el filo de nuestros buenos propósitos, y hay que volver a afilarlos.
Por otra parte, el ejemplo de Claret es, en dos palabras, “im-presionante”. Estoy intentando releerlo como mucha gente tiene la suerte de leer la Biblia en Rusia, como si fuera la primera vez, como los niños pequeños escuchan lo que sus padres les dicen, empapándose de todo. Ya antes de ingresar en la Congregación, me leí la Autobiografía. Estaba en el salón de la Comunidad juvenil a la que pertenecía, en Valladolid, y pasé de ojearla (mirar superficialmente un texto) y hojearla (pasar las hojas de un libro, leyendo deprisa algunos pasajes) a leerla. La terminé justito, justito, al entrar en el Postulantado. Cuando re-lees el texto, pero como si fuera la primera vez, se te eriza el vello. ¡Qué cosas hacía el p. Claret! A mí me parece que no llego, y a él le daba tiempo a tantísimas cosas pero, sobre todo, a rezar tanto. Contemplativo en la acción, le estoy dando vueltas a eso. ¿Cómo hacer que las muchas actividades no me aparten de la oración?
En estos días del año, mucha gente se acerca a nosotros, para confesarse y celebrar la Navidad con alegría plena. También en esos momentos me acuerdo del p. Claret, y de cómo se esforzaba por transmitir la idea de un Dios Padre que nos ama. Para mucha gente, saberse amado es el mejor consuelo.
El 23 de diciembre de 1807 nació san Antonio María Claret. 200 años ya es un tiempito para reflexionar y celebrar. Y a eso se ha dedicado mi Congregación en este período, desde octubre de 2007 (Vic, España) hasta agosto de 2008 (Dar es Salaam, Tanzania). Hemos tenido la ocasión de dedicarle a nuestro Fundador una mirada agradecida. Por lo que fue, por lo que hizo, por la Congregación.
El caso es que Rusia queda (un poco) lejos de Vic y de Tanzania. Así que no pudimos ir ni a la inauguración del Bicentenario, ni a la clausura. La Misión es lo que tiene. Gracias a internet pudimos estar al tanto de todo, pero, me reconocerán los lectores, no es lo mismo ver una foto de Tanzania que estar en Tanzania. No me quejo, simplemente expongo hechos. No vaya a ser que el M.R.P. Provincial se piense que me quiero ir a África. Yo estoy muy bien en Rusia.
Decía que, debido a la distancia, no hemos podido tomar parte en los actos que se han celebrado por todo el mundo claretiano. Pero eso no significa que el año haya pasado en balde. Al final de este Bicentenario, me queda el mejor regalo que me han podido hacer: La nueva edición de la Autobiografía de san Antonio María Claret: San Antonio María Claret. Autobiografía y escritos complementarios. Edición del bicentenario preparada por José Mª Viñas y Jesús Bermejo. Editorial Claretiana, Buenos Aires 2008. En total, son 1029 páginitas de nada, con sus índices, sus comentarios, todo revisado y actualizado.
¿Estoy haciendo propaganda del libro? No. (Aunque si alguno quiere comprarlo, por favor, estamos en un mundo libre…) Simplemente quiero decir que el hecho de haber recibido el libro supuso una gran sorpresa. Desde Argentina enviaron un ejemplar a todas las Comunidades, lo que es de agradecer. Y además la Provincia de Santiago decidió que cada miembro debía tener su ejemplar. Y cuando vinieron el Secretario Provincial y el Prefecto Provincial de Apostolado a vernos, además de mucho calor, apoyo y ánimo, y agudas reflexiones (el p. Pedro Belderrain nos dirigió los Ejercicios Espirituales) en la maleta se trajeron los libros para nuestra comunidad. Por inesperado, el regalo supo doblemente bueno. Pero es ahora, pasado algún tiempo, cuando he tenido la ocasión de re-leer no toda, pero sí parte de la Autobiografía, cuando agradezco de verdad el regalo.
Es verdad, sí, tenía en la estantería la Autobiografía que estudié en el Noviciado (por cierto, con una dedicatoria que incluye un dibujo del p. José Mª Viñas, C.M.F., para que sea un buen claretiano), pero el paso del tiempo y las múltiples ocupaciones no me “animaban” a leer ese librito que tanto bien me hace. Desde principio de curso, con el nuevo libro en la mesilla, voy leyendo poco a poco. Me está sirviendo para recordar los tiempos del Noviciado en Loja (Granada, España, ¡qué tiempos aquellos, qué jóvenes éramos y cuántas ilusiones teníamos!) Es muy útil, de vez en cuando, mirar atrás y preguntarse: ¿cómo empezó todo?, ¿cómo descubrí mi vocación?, ¿por qué quise ser claretiano? Así que sólo por eso, ya merece la pena releer la Autobiografía. No es que esté en crisis, o haya perdido las ilusiones, pero el paso del tiempo va mellando el filo de nuestros buenos propósitos, y hay que volver a afilarlos.
Por otra parte, el ejemplo de Claret es, en dos palabras, “im-presionante”. Estoy intentando releerlo como mucha gente tiene la suerte de leer la Biblia en Rusia, como si fuera la primera vez, como los niños pequeños escuchan lo que sus padres les dicen, empapándose de todo. Ya antes de ingresar en la Congregación, me leí la Autobiografía. Estaba en el salón de la Comunidad juvenil a la que pertenecía, en Valladolid, y pasé de ojearla (mirar superficialmente un texto) y hojearla (pasar las hojas de un libro, leyendo deprisa algunos pasajes) a leerla. La terminé justito, justito, al entrar en el Postulantado. Cuando re-lees el texto, pero como si fuera la primera vez, se te eriza el vello. ¡Qué cosas hacía el p. Claret! A mí me parece que no llego, y a él le daba tiempo a tantísimas cosas pero, sobre todo, a rezar tanto. Contemplativo en la acción, le estoy dando vueltas a eso. ¿Cómo hacer que las muchas actividades no me aparten de la oración?
En estos días del año, mucha gente se acerca a nosotros, para confesarse y celebrar la Navidad con alegría plena. También en esos momentos me acuerdo del p. Claret, y de cómo se esforzaba por transmitir la idea de un Dios Padre que nos ama. Para mucha gente, saberse amado es el mejor consuelo.
Cuanto más leo, más me pregunto. Pero no me extiendo más. No pensaba escribir tanto, ni ir bajar a tanto detalle. Quede aquí este testimonio, por si a alguien le ayuda. Quiero vivir mi vida sin compartimentos, como hizo Claret. Que todo lo que haga sea oración, y que mi oración me lleve a la acción. Así podré hacer realidad lo que el p. José Mª Viñas me escribió en la dedicatoria, ser un buen claretiano. Con vuestra ayuda y oración.
Alejandro, C.M.F.
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